¡ ¡ ¡ H O L A ! ! !

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miércoles, 13 de julio de 2016

ASFALTADO EL CAMINO DEL CEMENTERIO, POR FIN!



Y además:
http://astorgaredaccion.com/not/12405/aprobadas-las-obras-de-75-pedanias-de-nuestras-comarcas/

2 comentarios:

CH dijo...

La semana pasada, publicaron un artículo en Diario de León muy interesante, que para los que pasamos largas épocas del verano en el pueblo, bien ayudando a nuestros padres,o, estando de vacaciones, nos va a resultar muy cercano.
Este artículo, se lo dedico a todos esos chavales/as que estamos entre los 35 y 55 años + o - y que lo vivimos juntos.
Disfrutar de vuestros recuerdos.
Este es el texto:


Diario de León.

MARINERO DE RÍO

Cuidao, que cortas el hule
EMILIO GANCEDO

Hubo una vez un tiempo en el que los días se llamaban orilla de río y galopadas a lomos de la California BH. Un tiempo inundado de sol y hojas de chopo, con recogida de moras y furtivas ascensiones al campanario, tres meses al año que hacían paréntesis con todo lo demás: a partir del primero de julio uno ya sólo pensaba en que lo llevaran al pueblo para dedicarse a conciencia a la inigualable tarea de pasar el verano asilvestrado y feliz.
Te levantabas y el día se abría como un enorme melón dulce, anunciando la mañana las vacas que pasaban por la calle y el paisano cantarín que las conducía al prao, o aquel otro que iba a segar montado en su Bertolini traqueteante, formidable montura, aunque por entonces convivían en buena vecindad los tractores Lanz y Barreiros con los percherones que tiraban de remolques, y los burros y machos, y la pareja de vacas uñidas por algún vecino más tranquilote o apegado a los usos del pasado. Desayunabas escuchando al agüelo cartero lances de caza o guerra –no había película comparable con aquellos argumentos- y te lanzabas a la calle en salvaje pantalón corto, dispuesto a liarla. Subías y bajabas cuestas sin cansarte jamás, trepabas a los árboles, robabas fruta, espiabas a las asturianas, pedaleabas hasta otro pueblo como quien descubre una isla del Pacífico; luego comías, te negabas a dormir la siesta (¡había tanto que hacer!) y enfilabas una tarde llena de promesas que lo mismo podía incluir temibles descensos fluviales que ver nacer un jato o que ayudar a tu agüela a matar un pollo. O sea, la vida esperando que le quitases el celofán. Luego venían noches interminables ensayando filosofías, todos de cara a las estrellas, mientras el agua del caño no se cansaba de gorgotear. Y marchabas para casa con la banda sonora de las ordeñadoras Alfa-Laval.
Díganme qué campamento de verano o programa de intercambio puede compararse con aquello. Lleven a sus guajes a los pueblos, cóime, aunque éstos se hayan convertido en urbanizaciones sin boñigas.
Y que paladeen esa sensación única de que lo único malo que puede pasarles es que corten el hule.



Anónimo dijo...

Habría cuestiones matizables porque cada lugar tenía sus costumbre pero en un contexto amplio es tal cual:
- Cambiaría los caballos percherones por los machos y las mulas. Las vacas uñidas todavía las ví a "las Chachas y a las Prinas" ( sin ánimo de ofensa hacia nadie).
- Las Bertolinis, había varias.
- Los tractores cambiaría el " pum, pum, pum" del Lanz, por los Zetor, Nuffield y Nuffield Motransa, Super Ebros y John Deere, etc...
- Las bicicletas aparte de las BH que menciona, también diría las Orbea y Torrot.
- Bañarse en el río, bien en la Estacada, o en Honduras, o en el Molino (alguna se cortó en el pie y seguro leerá pronto esto).
- Veladas en el caño y la iglesia con el conflicto con los vecinos por no dejarlos dormir.
- Ir a cerezas, ciruelas, uvas, etc..., cada una en su época de madurez aunque incluso un poco royas también se comían.Muchas veces no era por la necesidad como años atrás, sino por la aventura y risas que se pasaban.
- Ir a pardales de noche.
- Ir a las fiestas y tornafiestas de los pueblos en bici.

Es cierto todo en esta época.